martes, 13 de diciembre de 2011

La mujer que cambió la glorieta

Estoy orgulloso,

Estoy muy orgulloso.

Estoy demasiado orgulloso de haber presenciado semejante evento, de haber participado y contribuido con un granito de arena en aquel simple pero contundente gesto de civilidad, expresión, protesta y reflexión que llevara a cabo una mujer ejemplar para la sociedad mexicana y regiomontana.

El  Mièrcoles 20 de Julio del presente año, José Antonio Coronado, agente de tránsito de SPGG fué asesinado por criminales cobardes en un intento de amedrentar a la corporación encargada de proteger el orden del mismo municipio. Éste hecho causó un enorme revuelo, tristeza e indignación entre los habitantes del municipio y cimbró a una sociedad que había estado gozando de un ambiente relativamente tranquilo en comparación de otros sitios del área metropolitana.

El siguiente domingo, la sociedad Sampetrina, que como todos los domingos aprovecha para caminar y correr por las principales avenidas del municipio cerradas al trafico vehicular, se reunió en torno del lugar en donde quedó sin vida José para honorarlo, recordarlo, y rendirle tributo.

En la emotiva ceremonia, múltiples muestras de solidaridad se hicieron evidentes, los ciudadanos inundaron de flores el altar construido para honorar al elemento  de tránsito y pancartas, lonas y cartelones expresaban el sentimiento de la sociedad y su solidaridad con el cuerpo de protección del orden.

Ese día, una mujer patinaba en sentido contrario al flujo normal de las personas que se recrean sobre las avenidas; Patinaba con la frente en alto, y llamaba la atención de todo el público, no por patinar en contra, sino por hacerlo portando una enorme bandera blanca cosida con hilo morado representando un clamor de  paz; un clamor de paz que replicaba toda la sociedad y que ese fin de semana hacía más evidente su urgencia.

Ella patinó, patinó con orgullo y aplomo, patinó haciendo un gesto de reclamo, una protesta pacífica y silenciosa pero muy emotiva. Patinó para decirle al mundo que ella quería paz, y que no temía en exigirla. Patinó para demostrar su petición, para exigir su derecho. Patinó varios kilómetros, hasta que se detuvo frente a la ceremonia y rindió sus respetos al elemento fallecido.

Terminada la ceremonia, se acercó al lugar donde estaba el altar y plantó la grandísima bandera detrás de éste, rodeada de múltiples demostraciones de paz hechas por otros ciudadanos.

En la rotonda del paseo de los duendes, punto donde conviven la Calzada del Valle con la Avenida San Pedro, a la vista de toda la sociedad sampetrina, la bandera yacía clavada en la tierra haciendo su clamor de paz.

Los días pasaron, las flores se secaron, las lonas y cartelones se quitaron y las demás muestras de manifestaciones de paz se removieron, pero una sola muestra se quedó ahí. La bandera de ella.

Y no sé si fue por su sencillez, su belleza o la armonía que le daba al lugar, o quizá por que transmite un mensaje que todos ansiamos; pero a pesar de los vientos y las lluvias, esa bandera NADIE la quitó, y cuando se cayó, más de uno la recogió y la volvió a clavar en su lugar para dejarla ahí, silente y orgullosa, resiliente y con carácter, reclamando y exigiendo lo que los ciudadanos ansiamos.

Los meses transcurrieron y septiembre llegó, una bandera de México apareció a un lado de ésta, pequeña, silente y orgullosa, como muestra del orgullo que es pertenecer a ésta nación, como muestra de un compromiso ciudadano, como muestra de un amor por nuestra sociedad.

Quizá una manifestación del orgullo que da haberse quedado en este momento difícil en la ciudad y no haber huido al extranjero o a algún otro lugar. O como muestra, quizá del compromiso que se está asumiendo por parte de la sociedad de construir un mejor y más seguro lugar.

Como muestra de amor.

Hoy no es solo una la bandera que acompaña a la blanca bandera de paz, hoy son más de 20 banderas de México plantadas alrededor de la bandera de paz, y día con día una nueva bandera aparece.

Una señal de una sociedad que notó esa bandera blanca, y se sintió orgullosa, de una sociedad que ama a su país y ama la paz, de una sociedad que quiere ser escuchada mientras grita silenciosamente una necesidad que ansía.

Paz.

Me siento orgulloso, me siento orgulloso de haber estado ahí, de haber contribuido con un granito de arena, de haberle ayudado plantando la bandera, y tomándole fotos a esa mujer. Orgulloso de aquella mujer que hoy puedo llamar amiga, una amiga, a quien tengo el honor de conocer desde hace ya muchos ayeres, muchos kilómetros y muchas botellas, una mujer que es para mí un ejemplo a seguir, una mujer que tiene mucho que enseñarle a la sociedad.

Me siento orgulloso de una sociedad que apreció una muestra de paz y que la respaldó, orgulloso de ser Mexicano.

ICPG: Muchas gracias.